Hace algunos años, cuando vivía en Montréal conocí a Aldinho. Buena gente el tipo, alegre y casado, y su mujer trabajaba en el Consulado Peruano de Montréal.
Siendo él casado con una mujer con puesto diplomático, no podía trabajar, así que se tomó un "Sabático" de cuatro años, que es, a su vez, el mismo tiempo que tengo yo trabajando en mi actual puesto, y curiosamente también lo considero una especie de sabático forzado; que no es tan malo después de todo, ya que entre películas, lectura de novelas, juegos y una que otra actividad laboral, las ocho horas se van volando.
Pero volviendo al tema de Aldinho, que es de quien vengo a contarles, con bastante nostalgia por cierto, pues al recordarlo algunas lágrimas (de risa) afloran en mis ojos.
Cada vez que lo veía andaba en algo nuevo para matar el aburrimiento, hasta que su mujer compró una computadora y el tipo comenzó a bajar música como loco desde el Napster, a tal punto que decidió ganarse unos billetitos adoptando el nombre de "DJ ALDINHO DO PERU" (Nótese que enfatiza el hecho de ser peruano, pero en portugués) cosa que me pareció lo más atorrante del mundo, pero que a la comunidad peruana de Montréal no le pareció tanto pues empezó a ser invitado a animar las actividades más conocidas, como el día de la canción criolla, 28 de julio y demás perlas.
Por supuesto que yo no asistí a ninguna de esas pacharacadas, donde la gente se ponía la bandera de bata, y lloraba a moco tendido con temas del Zambo Cavero, donde DJ Aldinho se convirtió en la leyenda viva, amenizando las reuniones con música pirata.
El problema vino cuando a la mujer se le terminó el contrato en el cuerpo diplomático y, luego de cuatro largos años, tuvieron que regresar a Lima. Hicieron de todo; trataron de sacar la residencia a como de lugar, hablaron con el Cónsul, trataron de usar el status de diplomática de Luisa como influencia, pero nada; el gobierno canadiense simplemente les dijo que no, pues, como es lógico, cuántos diplomáticos del consulado habían querido quedarse luego de vivir por años ahí, y es imposible que todos se queden.
Fué entonces cuando el oscuro capítulo en la vida de la pareja comenzó, pues en un acto de desesperación, su mujer falsificó la firma del Cónsul peruano en una carta dirigida a la Oficina de Inmigración Canadiense, con el fin de interceder para que les otorguen la residencia. Tan confiados estaban de tener un resultado favorable, que su esposa quedó embarazada con el fin de que su primogénito nazca con mejores perspectivas de vida.
Lamentablemente les descubrieron toda la cochinada y los regresaron de una patada a Lima, con el agravante de que la mujer perdió toda posibilidad de recuperar su trabajo o de conseguir alguno en la rama diplomática, con una mancha de tal tamaño en su expediente que parecía que le hubiera cagado encima un elefante.
Ahora Aldinho, aunque no es la sensación como antes, vende unas salchipapas en Lince que no están tan mal. Cada vez que lo veo con su carrito sanguchero, me hace acordar el otro carrito que manejaba... un Saturn del año. En Montréal.
Así es la vida pues....
Siendo él casado con una mujer con puesto diplomático, no podía trabajar, así que se tomó un "Sabático" de cuatro años, que es, a su vez, el mismo tiempo que tengo yo trabajando en mi actual puesto, y curiosamente también lo considero una especie de sabático forzado; que no es tan malo después de todo, ya que entre películas, lectura de novelas, juegos y una que otra actividad laboral, las ocho horas se van volando.
Pero volviendo al tema de Aldinho, que es de quien vengo a contarles, con bastante nostalgia por cierto, pues al recordarlo algunas lágrimas (de risa) afloran en mis ojos.
Cada vez que lo veía andaba en algo nuevo para matar el aburrimiento, hasta que su mujer compró una computadora y el tipo comenzó a bajar música como loco desde el Napster, a tal punto que decidió ganarse unos billetitos adoptando el nombre de "DJ ALDINHO DO PERU" (Nótese que enfatiza el hecho de ser peruano, pero en portugués) cosa que me pareció lo más atorrante del mundo, pero que a la comunidad peruana de Montréal no le pareció tanto pues empezó a ser invitado a animar las actividades más conocidas, como el día de la canción criolla, 28 de julio y demás perlas.
Por supuesto que yo no asistí a ninguna de esas pacharacadas, donde la gente se ponía la bandera de bata, y lloraba a moco tendido con temas del Zambo Cavero, donde DJ Aldinho se convirtió en la leyenda viva, amenizando las reuniones con música pirata.
El problema vino cuando a la mujer se le terminó el contrato en el cuerpo diplomático y, luego de cuatro largos años, tuvieron que regresar a Lima. Hicieron de todo; trataron de sacar la residencia a como de lugar, hablaron con el Cónsul, trataron de usar el status de diplomática de Luisa como influencia, pero nada; el gobierno canadiense simplemente les dijo que no, pues, como es lógico, cuántos diplomáticos del consulado habían querido quedarse luego de vivir por años ahí, y es imposible que todos se queden.
Fué entonces cuando el oscuro capítulo en la vida de la pareja comenzó, pues en un acto de desesperación, su mujer falsificó la firma del Cónsul peruano en una carta dirigida a la Oficina de Inmigración Canadiense, con el fin de interceder para que les otorguen la residencia. Tan confiados estaban de tener un resultado favorable, que su esposa quedó embarazada con el fin de que su primogénito nazca con mejores perspectivas de vida.
Lamentablemente les descubrieron toda la cochinada y los regresaron de una patada a Lima, con el agravante de que la mujer perdió toda posibilidad de recuperar su trabajo o de conseguir alguno en la rama diplomática, con una mancha de tal tamaño en su expediente que parecía que le hubiera cagado encima un elefante.
Ahora Aldinho, aunque no es la sensación como antes, vende unas salchipapas en Lince que no están tan mal. Cada vez que lo veo con su carrito sanguchero, me hace acordar el otro carrito que manejaba... un Saturn del año. En Montréal.
Así es la vida pues....
