De chibolo, yo tenía corona…
Debo explicarme al momento: yo estaba en el mismo colegio que Lizard y Dragon y la diferencia que había entre los mencionados y yo era que mi madre era (y sigue siendo) prácticamente la fundadora de mi colegio; lo cual me permitía hacer barrabasada y media y salir libre de toda mancha (algo así como salir directamente de la cárcel, pasar por “GO” y cobrar 200).
Y por ser quien era, tenía un montón de beneficios extras, entre los cuales estaba el no llevar cuaderno alguno de ningún curso. Y no los llevaba porque me exoneraron de ello o algo por el estilo, sino porque ME DOLÍA ESCRIBIR.
Al parecer, en primaria no aprendí muy bien a coger el lápiz (actualmente los cojo con 4 dedos) lo cual devino en un dolor de la gran siete cada vez que quiero escribir (a mano) más de 4 líneas (en papel A4 de 90 gramos). Gracias a Dios, ahora existen las computadoras y por fin me libré de del suplicio chino de escribir cualquier cojudez que tenga que hacer (o me manden hacerlo). Hasta el día de hoy sigo buscando al inventor del teclado para hacerle el amor, en forma de gratitud.
Yo en el colegio (o “cole”, como lo llaman las estúpidas que tienen añoranzas con los centros educativos de la niñez) sacaba muy buenas notas (de 18 para arriba en exámenes, prácticas y demás) pero en cuaderno me jalaban, haciendo que mi promedio baje al rango de 12 a 14. Ninguna profesora me exigió alguna vez cuaderno ya que sabían que yo aprendía muy bien los cursos (aparte de la influencia que ejercía la amistad de mi madre con las mencionadas), pero hubo una profesora que trató de ponerme en vereda: le decíamos “la Tota”…
La Tota es una señora, acercándose al grado de mamacha, que gozaba con un gusto alucinante para vestir: camisa morada con falda fucsia y zapatos verde palta, sazonando todo esto con unas buenas medias color marrón (color al que todos en este blog le tenemos aversión). Cada vez que me preguntaba por mi cuaderno, se ponía histérica al ver que no existía ninguno Bueno, la cuestión es que la Tota (que enseñaba el curso de física), al empezar cuarto de secundaria, me hizo una promesa que no olvidé en los 2 años que me restaban de colegio:
- “Elmo, te prometo que tu no te vas a graduar”Y dicho lo anterior, empezó su labor de minado hacia mis notas. El primer bimestre saqué 07, el segundo saqué 09 y el tercero saqué 08. Cada vez que ella me veía, se reía maquinando quién sabe cuantas maldades necesarias para jalarme de año y hacerme pasar a vacacional. En los exámenes que ella me endilgaba, sacaba 18 a 20, pero sospecho que ella bajaba mis notas en el registro para poderme jalar. Estábamos ya en cuarto bimestre y necesitaba como mínimo un 20 para aprobar cuarto de secundaria, pero yo estaba tranquilo ya que tenía un as bajo la manga: La Feria de Ciencias tenía como premio un 20 bimestral al mejor trabajo de cada año. Resumiendo: ¿Adivinen quién lo ganó? ¡YO! Y encima, el trabajo era grupal, así que lo hice yo sólo y a cada uno de mi grupo (fuimos 6 en total) les cobré la módica suma de 50 nuevos soles (del año 1992) que en ese tiempo eran como 100 cada uno y salí beneficiado por ambos lados.
La Tota echaba chispas, su plan se frustró en ese año y esta vez era yo el que me reía al verla pasar, pero ella decidió sacar la artillería pesada: al año siguiente, cambió todas las reglas del juego. Ella, al ser jefa del área de ciencias, modificó los reglamentos para que el premio fuera de un 20 en nota mensual. Literalmente, me cagó.
Y al comenzar mi último año de secundaria, sentenció:
- “Elmo, tal vez habrás pasado cuarto, pero te jalaré en quinto y no te vas a graduar”- “¿Sí? Bueno pues, ¡INTÉNTELO! Yo le aseguro que me voy a graduar”
Y empezó la misma jarana del año pasado: el primer bimestre tuve 06 y el segundo 07. Ya no tenía la feria de ciencias para salvarme el cuello, así que opté por una táctica más agresiva. Empezando el tercer bimestre, en una de sus tantas clases, la Tota me pidió mi cuaderno una vez más (como diciendo “¿ya ves lo que te pasa por no tener cuaderno?”) y yo le respondí una vez más que no tenía (soy camanejo, y no cejo). Bueno pues, la doña empezó a gritar con todo (para variar) delante de todo el salón y en ese momento decidí llevar a cabo mi plan de acción. Me paré de mi asiento como un huracán y delante de todo el salón le grité:
- “Ya estoy harto de usted. Me tiene hasta la coronilla. ¿Quiere gritar? Entonces me va a gritar, ¡¡pero delante de la directora!!”Y salí del salón (metiendo un portazo de salida) con rumbo a las oficinas de la directora del colegio. Obviamente, la Tota me siguió a 2 metros de distancia (se retrasó porque mi actitud la dejó perpleja). Ni bien llegué a la oficina de la directora (la corona me permitía ingresar a cualquier área del colegio sin cita), le dije:
- “Sor Fanny (monja canonesa): Buenos días. Acabo de tener un serio problema con la profesora de física y en estos momentos ella vendrá a explicarle su punto de vista sobre el mismo.”
La directora se quedó perpleja, ya que no se esperaba una visita mía a esa hora del día y menos que le presentara un problema de un solo bocado. Y antes que la directora dijera “esta boca es mía” entro la Tota como una tromba (o trombón, depende de cómo se le mire) y empezó a vociferar como demente:
- “Sor Fanny: este niño me ha faltado el respeto, ¿como es posible que me azote la puerta del salón y que ni me haga caso? ¡Y encima es un pésimo alumno! ¡Exijo que se le suspenda del colegio de inmediato!”- “Elmo, ¿qué ha pasado entre la maestra y tú?”- “Sor Fanny: Si he salido de la forma en que lo hice del salón es porque ya me cansé de las artimañas que esta profesora ha usado contra mí. Desde el año pasado, esta profesora me ha prometido jalarme de su curso y no graduarme. El año pasado me salvé por la feria de ciencias, pero esto año ella cambió las reglas a propósito y ahora no me puedo escapar de las notas que me está poniendo. Su actitud es de las peores que he visto, y ella no merece el título de maestra, ella sólo es una profesora…”- “Elmo, yo no te estoy desaprobando, tus notas te desaprueban: no estudias ni tienes cuaderno. ¿Y me acusas de desaprobarte por las puras? Encima eres un mocoso malcriado”
Y fue el momento preciso para meterle el balazo que estaba deseando desde principio de año.
- “Sor Fanny: Ella dice que mis notas son pésimas, y tiene toda la razón; pero mis notas son pésimas en lo que a presentación de cuaderno se refiere. Mis notas de exámenes son de 18 a 20, pero la profesora nos muestra los exámenes y se los queda. Pues bien, yo tengo copia de cada examen que he dado desde que empecé el curso de esta profesora y las tengo en mi mochila que está en mi salón. Ahorita mismo traigo todos los exámenes y verá que mis notas en el registro NO CUADRAN con las notas de mis exámenes. Y si yo estoy equivocado, entonces no me suspenda sino BÓTEME DEL COLEGIO”La Tota se puso del color de la caca, ella no sabía que yo tenía acceso a la sala de profesores y que sabía que ella me bajaba las notas de 19 a 13; y tampoco sabía que yo tenía copia de todos los exámenes (cosa que en realidad no tenía, pero me la estaba jugando como en el póquer; además a mi nadie mi iba a botar del colegio debido a la corona).
La directora vió la cara que puso la Tota y se dio cuenta de todo. Lo único que me dijo fue:
- “Elmo, regresa a tu salón. Yo conversaré en este momento con la profesora”Y regresé al salón riéndome.
No se que habrá pasado en la oficina de la directora, pero cuando volvió la Tota al salón no me miró para nada. Y desde ese día nunca más me dijo nada.
Aprobé el curso de física con un 14 y me gradué. Y el día de la graduación, después de terminada la ceremonia; los profesores y los alumnos conversaban y se abrazaban alegremente (algunos con lágrimas en los ojos, supongo que de alegría al pensar en no volver a soportar a tanto estúpido que uno conoce en la época colegial). Y alguien se acercó por detrás de la Tota y le tapó los ojos; ella se volteó diciendo:
- “Seguro que es mi alumna preferida, Silvia…”Cuando volteó, se quedó muda y lívida al comprobar que no era Silvia sino yo. Y lo último que escucho de mí fue:
- “Te dije que me iba a graduar, y me gradué VIEJA CONCHATUMADRE”
Y me fuí para no volver. Lo malo es que nunca me corregí la postura para agarrar el lápiz y hasta ahora me duele cada vez que escribo...
Por eso llevo mi teclado a todas partes.